lunes, 7 de marzo de 2005

Los chicos del coro

Hace unos minutos que he visto la película «Los chicos del coro». Supongo que habrás oído hablar de ella. Desde el principio, se parece mucho a otra película única, «Cinema Paraíso». Pero eso no quita, para invitarte a que la veas, es muy bonita, quizás no sea de las mejores de la historia, pero sin lugar a dudas, sí de los últimos años.

Después de tantas cartas tristes, supongo que esa sería la definición más correcta de estas cartas, las cartas tristes de un cualquiera, pero esta vez, quería hablar de algo hermoso, algo positivo, algo que nos sirva para sentirnos mejor. Y es esta película. Un orfanato, con niños problemáticos, cambian con la llegada de un profesor de música. Me da igual que sea un argumento muy sencillo, desde el primer momento, temí aquello que nos pasa pocas veces, que tenemos miedo a que se acabe. En nuestra vida necesitamos de sentimientos como los que nos trasmite la película, y olvidarnos por un momento de todo lo demás. Volar lejos y escapar. Creer en un mundo mejor, sin enfermedades, sin dolor, sin el sufrir de cada día.


El profesor Clément Mathieu



Puede que el final, fuese feliz, no sabría decirlo. Tampoco es que sea malo, sencillamente, es un final, sin perdices, pero final al fin al cabo, más real a lo mejor. Terminas con la idea, de que un mundo mejor puede ser posible, que tras siglos y siglos de razón y ciencia, no son nada frente a la música, el arte, los sentimientos. Con ella, he vuelto a creer en algo que no puede ser derivado por la física, que no puede limitarse con la matemática, ni entendido con la sicología. Hay cosas, que están por encima de todo ello, a años luz, a la que todas las ciencias terminan rindiendo pleitesía. Ante una imagen, una película, un libro, un piano, un coro, una palabra, todo cae. Eso es evolución, eso es sentirnos hombres, todo eso es algo por lo que luchar.

El mundo necesita de cosas así. De metas más allá de la económica y material, debe de romper la cadena del dinero, para volar libre. Pero no puede ser. Estas cosas, esta película, nos recuerdan en que debemos de luchar, pero la realidad justo después, nos despierta de los sueños, y nos recuerda la realidad de los números.

Al medio día, al llegar a casa, me he acostado con el chabusquero puesto, no he querido saber nada del mundo. Sólo me he levantado al llegar la noche. He comido algo, y he visto en mi cuarto la película. Ahora todos en la casa duermen. En la calle hay silencio, los semáforos repiten su coreografía sin público.

Mañana tengo que madrugar.

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