domingo, 27 de febrero de 2005

Maldito sueldo

Es paradójico, pero es lo que tiene trabajar, y es el tener tu sueldo. Todavía no lo he cobrado, y no se que agujero tapar primero. Si algo tiene de bueno, no tener trabajo, y estar endeudado por varios sitios, es que de alguna forma, no te preocupas, pues sabes que no puedes hacer nada. Ahora en cambio, con un sueldo, aparecen mil y una cosas que necesitan urgentemente solventarse, amén de otras que te gustaría tener o hacer.

Supongo que esto es una de esas veces, en las que tienes que coger una hoja en blanco, y separar lo que urge y lo que no, lo que es necesario ahora mismo, y lo que podrías vivir sin él.

Por un lado, están las deudas: No podré escaparme de ellas, sin duda, así que tendré que hacerle frente ellas: Un préstamo, y el móvil.

Luego, las necesidades inmediatas: Terminar de sacarme el carné de conducir. Ir al dentista. Quizás a ir al gimnasio. ¿Clases particulares? Mejor no.

Lo qué molaría: Poner internete en casa. Una agenda electrónica (pda), pero de segunda mano (¡Bah! Mejor esperar), ayudar a mi hermano en pagar un coche, así lo podemos compartir, aunque supongo que saldré perdiendo. Puedo también pagar un dominio para mis proyectos en internete (algo así como www.escribiente.com). Comprar algo de ropa elegante, alguna chaqueta, camisas, y corbatas, ya que estamos. Incluso también podría dar parte del sueldo a mis padres, no solo se los debo de verdad, sino además para ayudar en casa.

Ahorrar: Es otra posibilidad, que permite soñar durante más tiempo. Nunca lo he hecho, y sería lo conveniente, para cuando lleguen las vacas flacas, o si en verano quisiera hacer el camino de Santiago, o dar una vuelta por Madrid. O comprar una buena cámara digital, o ahorrar mucho más, para cuando llegue el día, montar un negocio (¿cuento de la lechera quizás?)

Creo que lo mejor, sea repasar mi lista de propósitos de principios de año, y ver que puedo hacer (sin dinero, que serán varias). Pagar las deudas, y si me queda, intentar el práctico del carné de conducir, por cuarta vez.

Ahora que me acuerdo, creo que lo mejor será, poner en una hoja mi sueldo, y en lo que lo voy a gastar, y enseñarsela a mis padres. De esa forma, tengo quien me controle, y ellos se quedarán más tranquilos, y yo con ellos, por supuesto.

Y lo peor, es que mi sueldo es de poco más de 300 euros. ¡Dios, imaginación que tengo!

viernes, 25 de febrero de 2005

La princesa y el guisante


Había una vez un príncipe que quería casarse con una princesa, pero con una verdadera princesa de sangre real. Viajó por todo el mundo buscando una, pero era muy difícil encontrarla, mucho más difícil de lo que había supuesto.
Las princesas abundaban, pero no era sencillo averiguar si eran de sangre real. Siempre acababa descubriendo en ellas algo que le demostraba que en realidad no lo eran, y el príncipe volvió a su país muy triste por no haber encontrado una verdadera princesa real.
Una noche, estando en su castillo, se desencadenó una terrible tormenta: llovía muchísimo, los relámpagos iluminaban el cielo y los truenos sonaban muy fuerte. De pronto, se oyó que alguien llamaba a la puerta:
-¡ Toc, toc!
La familia no entendía quién podía estar a la intemperie en semejante noche de tormenta y fueron a abrir la puerta.
-¿Quién es? - preguntó el padre del príncipe.
- Soy la princesa del reino de Safi - contestó una voz débil y cansada. - Me he perdido en la oscuridad y no sé regresar a donde estaba.
Le abrieron la puerta y se encontraron con una hermosa joven:
- Pero ¡Dios mío! ¡Qué aspecto tienes!
La lluvia chorreaba por sus ropas y cabellos. El agua salía de sus zapatos como si de una fuente se tratase. Tenía frío y tiritaba.
En el castillo le dieron ropa seca y la invitaron a cenar. Poco a poco entró en calor al lado de la chimenea.
La reina quería averiguar si la joven era una princesa de verdad.
"Ya sé lo que haré - pensó -. Colocaré un guisante debajo de los muchos edredones y colchones que hay en la cama para ver si lo nota. Si no se da cuenta no será una verdadera princesa. Así podremos demostrar su sensibilidad".
Al llegar la noche, la reina colocó un guisante bajo los colchones y después se fue a dormir.


La princesa y la cama


A la mañana siguiente, el príncipe preguntó:
-¿Qué tal has dormido, joven princesa?
- ¡Oh! Terriblemente mal - contestó -. No he dormido en toda la noche. No comprendo qué tenía la cama; Dios sabe lo que sería. Tengo el cuerpo lleno de cardenales. ¡Ha sido horrible!
- Entonces, ¡eres una verdadera princesa! Porque a pesar de los muchos colchones y edredones, has sentido la molestia del guisante. ¡Sólo una verdadera princesa podía ser tan sensible!
El príncipe se casó con ella porque estaba seguro de que era una verdadera princesa. Después de tanto tiempo, al final encontró lo que quería.

Andersen (Adaptación)

martes, 22 de febrero de 2005

Vicio inconfesable


De alguna forma, con cada línea escrita, acepto más la condición, de que nadie que me conozca, pueda leer estas cartas. Son demasiado personales, de tuyas y mías, y de nadie más. Y quiero dar un paso adelante, abrirme más, y contarte un vicio inconfesable.

Me encanta todo lo femenino, pero hasta un punto incomprensible. La ropa, por ejemplo, me deja ensimismado. Me fijo en los escaparates, viendo las chaquetas, los pañuelos, las bailarinas o la bufanda, pues es ahí, al fin al cabo, donde puedo mirar detenidamente sin tener que bajar la mirada, o quitarla rápidamente por miedo a ser descubierto. Me gusta las historias de mujeres, sus problemas, sus secretos, su cada día. Todo aquello que represente a la mujer, me encanta, lo hago mió.

Y sobre todo, su cuerpo. Me paso horas y horas, viendo fotografías de mujeres desnudas. No puedo evitarlo, no puedo parar. Siempre quiero más. Cuando empiezo, todo lo que está a mí alrededor pasa a un último plano, mientras que veo cientos de fotos sin parar, y las guardo para poder verlas luego. En su mayoría, son eróticas, solo es el cuerpo femenino desnudo. También las hay pornográficas, no te mentiré. Me asombra el bello cuerpo, sus reacciones, como se ve, si te fijas, las venas, o el tono de piel, o el cabello, o la cadera, la pelvis, o las manos, el pie, el pecho, el pezón, los lunares... Y así, siempre. Ahora que no tengo Internet en casa, no es un impedimento para parar. En el trabajo, aún sabiendo el riesgo que puedo correr, también lo hago. Y maldita sea, no puedo detenerme. Te juro por todo lo que quieras, que luego no hago nada, solo las miro detenidamente, y ya esta. No te he mentido antes, y no lo voy hacer ahora. Las veo, por curiosidad nada más, porque admiro, porque me gusta la mujer, más que nada en este mundo. Y seguiré haciendo, seguiré viendo fotos de mujeres desnudas, porque sencillamente, ni puedo evitarlo, ni quiero hacerlo.

Quizás soy un salido, o puede ser por el hecho de no haber tenido nunca a una mujer cerca, no besado nunca, o no haber tenido una amiga, no lo se, quizás posiblemente sea así, el producto de todo eso. Pero no intento justificarme, ni usarlo como excusa. En el fondo, no me avergüenzo, incluso me hace sentir orgulloso, de ver algo tan bello a mi alrededor, y de lo que muchos no se den cuenta, y pasen sin fijarse, sin notar los grandes tesoros de su alrededor, como si la farola, el buzón, la cabina, fuese de mismo oro, engarzado en diamantes y esmeraldas, y nadie se parase a verlo. Lo único malo, es que para mi es algo que me es inalcanzable, prohibido.


Cuadro de Maxfield Parrish, año 1926


Sigo visitando los escaparates, leyendo libros sobre y para mujeres, con sus intimidades, mirando furtivamente las chicas pasar, viendo miles de fotos de mujeres desnudas, pornográficas incluso, y no podré hacer nada contra ello. Se que todo esto me hace un pervertido, un salido, y un depravado, pero en mi intimidad, cuando nadie me ve, soy como soy, soy así. Y ahora, antes de acostarme, me quedaré mirando varios minutos a una misma fotografía, intentando aprenderme todas sus curvas, todos sus lunares, toda su vida. Mirándola hasta que me hable.

lunes, 21 de febrero de 2005

Detenida, paralizada


Te quiero pedir disculpas ante todo, por esta semana sin escribirte. Te podría decir, que ha sido por falta de tiempo, o que me ha sido materialmente imposible, pero sería mentira, y tú no te mereces eso. Estaba enfadado. Contigo. Con el mundo. Con la gente. No me acuerdo bien porque fue, o mejor dicho, prefiero no pensarlo, mejor olvidarlo ¿no crees? Supongo que fue un mareo que me dio, al abrirme tanto, un virus quizás, ¿falta de abrigo? No lo se, mejor no pensarlo.

Hoy sólo quería contarte una cosa, me he vuelto a enamorar, por desgracia. No, no es que no quiera amar, sino que mi amor, es imposible, sino estúpido. Me pasa cada vez que camino por la calle, normalmente de noche, y en la intimidad, en la soledad de las calles vacías, me paro delante de ella, y la miro. De arriba a abajo, sin perderme detalle. Una, dos, tres y mil veces más, no me importa, aunque la gente que pase piense mal, o me tome por loco, yo me quedo allí, ensimismado, perplejo, con la vista perdida, intentando imaginar como serían todo, si fuera diferente, en otro mundo, en otro contexto.

Cuando la miro, porque a ella, le encantan que la miren penetrantemente, por un momento se hace mía, completamente. Y de esa forma, le doto de vida. Se que en verdad, ella no siente nada por mí, y que no soy más que uno entre un millón. No sabe mi nombre, ni le importa. Pase lo que pase, nunca me dirá nada, y será igual de fiel conmigo, que con cualquier desconocido que pase por delante de ella. Supongo, que es un amor sin sentido y torpe, pero sin embargo, no puedo renunciar a ella.

Hoy, como muchos otros días, me detengo delante de los escaparates, y vuelvo a ver a aquel maniquí de mujer, me enamoré de su pie, de sus manos, de su cara. De su calzado, pantalón, blusa y chaqueta. Yo, todavía me enamoro de esas cosas, me enamoro del maldito maniquí de Zara.


Inerte belleza

martes, 15 de febrero de 2005

Preocupación

Hoy quiero compartir contigo una preocupación que me ha asaltado todo el día. Poco a poco, ya ves, me siento más cómodo escribiéndote las cartas, y no me importa sincerarme más contigo.

Ayer te comentaba, que acababa de conseguir un trabajo por las mañanas, no te hable mucho de él, porque es algo complicado de explicar, y porque te aburriría contándotelo. Lo que si puedo decirte, es que es una mezcla de administrativo y secretario, que será durante una época, que es solitario, (sólo somos dos en la empresa, creo) y poco más. Me gustaría aprender en él, que me sirva de alguna forma de trampolín, y estoy ilusionado con ello, conozco (aunque sólo de paso) a personas a las cuales me gustaría pertenecer de mayor, sin darme cuenta, que ya soy mayor.

Sin embargo, mis palabras hoy, son de tristeza y desanimo. Por un lado, me da miedo a que me engañen y se aprovechen de mí. Confío completamente de mi jefe, te lo aseguro, pero otras veces, esa misma confianza la han roto otros. Quiero que esto no pase, pero tampoco lo quería antes, cuando sucedió. Quiero trabajar, partirme en dos haciéndolo, ¿pero valdrá la pena? El problema no está en los demás, sino en mi interior, aunque la experiencia me dice, que poco a poco me iré acostumbrándome, hasta adaptarme.

Permíteme abrirme un poco más a ti hoy. Cuando te he hablado, de mi antiguo trabajo, lejos de casa, nunca te dije en que consistía. Era soldado profesional, militar. Siempre me ha gustado el ejército, y me decidí por él, cuando no podía más con los estudios, y la situación familiar estaba más que tirante. Escogí un destino en la península, sin dudarlo, pues para mí, siempre ha sido tierra de libertad, en donde podría ser yo mismo, libre económicamente por mi trabajo, y siempre creyendo que mi carácter es más afín allí. Quizás no sean del todo ciertas las esperanzas aquí puestas, pero es lo que creía, y sigo pensando aún hoy. Pero el hecho es que terminé volviendo. Las razones, fueron equivocadas todas, pero ahora, déjame, te lo ruego, no me preguntes por ellas.

Desde esa ocasión, siempre he pensado en volver, quizás ahora con más experiencia, para poder escoger, para decidir. Para tener todo aquello que ahora no tengo, para salir de las cuatro paredes que es ahora mí vida, las cuatro paredes de mí casa.

Ahora con el trabajo, creo que estoy aún más lejos de atreverme a dar ese paso. Se que mi trabajo no me ayudará a salir del hoyo donde estoy metido, e incluso será un motivo más, para que no estudie, ¡Pero necesito trabajar! Lo necesito por el dinero, por el ánimo, y como persona.



Te preguntas que es lo que quiero; a eso no debería contestarte. Te quiero a ti. Me importa un bledo todo lo demás. Te quiero a ti, te quiero acariciar, llorar encima tuya, quedarme hasta las tantas en la calle apoyando mi cabeza sobre tu regazo, fundirme en un abrazo, en un beso. Si te tuviera, no comería, no dormiría, no haría nada. Te quiero más de lo que cualquier persona te haya amado jamás, pero no te lo crees. No va conmigo, dices. Será eso. Quizás sea mejor así, al fin al cabo, tú serás el motivo de mi destrucción. Tontería más grande, sin ti, todo esto es una mierda, contigo, todo lo demás lo será, y nada me importará, y cuando me dejes...

Hoy estoy cansando; desilusionado; enfadado; defraudado; frustrado; engañado, me importa un bledo todo. Quiero pegarte, descargar mi ira, olvidarme de todo.

Hoy no quiero nada. Hoy no quiero continuar escribiendo.

Hoy trabajo

No te lo vas a creer. Mañana martes, empiezo a trabajar en una oficina, así, de buenas a primeras, pero antes, vayamos por partes.


La fiesta del sábado, fue bastante interesante. Me sentí durante unos instante el protagonista de Eyes wide shut, la película. Y me explicaré. Todo trascurrió en una casa vieja, casi vacía. En ella habrían invitadas unas 60 personas, todas disfrazadas, desconocidas totalmente para mi, todos de entre 27 a 35 años. Gente, que una vez que entraban, me veían a mi, en la puerta disfrazado de ganster, bueno, con una camisa blanca, chaleco, corbata y bombín (ojo, bombín auténtico), recogiendo las invitaciones y más tarde, apareciendo de vez en cuando, para servir copas, o recoger vasos que dejaban por ahí tirados (en vez de llevarlos a la barra, maleducados). El caso, es que el organizador me propuso un plan maquiavélico, me dio una impresionante mascara veneciana que me cubría toda la cara, y una gran capa con capucha, de forma que me tapaba todo, y era irreconocible. De esa forma, me pasee durante 10 minutos entre los invitados, como uno más, sin decir ni pío. De vez en cuando, él me decía el nombre de alguna chica, y yo, me acercaba tenebrosamente (con las luces de flash de discoteca de fondo) y susurraba su nombre. Impresionante. Obviamente, nadie sabía quien era, y todos hacían cábalas, preguntándose quien pudiera ser. Al principio, pensaban que era el que lo organizaba, pero al verle a él bailando, se quedaban atónitos, con la duda de quien era el ser misterioso.


Juego de mascaras venecianas


En serio, recorrer el salón, totalmente disfrazado, sin poder ser reconocido, sin hablar con nadie, y ellos mirándome los ojos, para intentar poder reconocerme, fue inexplicable, a la vez me sentía por encima de todos ellos, y a la vez, igual. Hacía mucho, tanto que no recuerdo si hubo una vez, la última vez que una chica me miraba a los ojos, intentando ver quien soy.

El resto de la fiesta, estuvo bien. Sin lugar a dudas, me servio para aprender bastante cuestiones y formas de ser de las personas. Muchas de ellas, para algún día, ponerlas en práctica, y otras, para evitarlas. Porque es así, cuando ves las cosas desde el otro punto de vista, te das cuenta de detalles de las que antes no te habrías detenido a pensar.

Un detalle escatológico. Sobre pedir con educación, dar las gracias al personal que está trabajando, y todo eso, es más que evidente que es obligatorio (no todos lo hacen), pero hacedlo con una sonrisa, por dios, con sinceridad. La copa, cuando acabéis con ella, queda como un señor (o señora) y ponla en la barra, a ti no te molesta, y en cambio evitas que nadie la pise, la tire, se manche, dar un espectáculo de botellón y porque no, ahorrarle trabajo al camarero. Pero lo peor, o al menos, lo que más me ha hecho pensar, es en los servicios. Dejar las copas dentro, incluso en el suelo, no tirar de la cisterna, manchar todo el piso, en fin, un espectáculo lamentable. Ahí, más allá del dinero o la educación recibida, se nota la categoría de las personas. El servicio femenino, estaba mejor (dentro de lo que cabe) todo hay que decirlo, no siempre pasa, pero es así.

Y bueno, más allá de todo lo ocurrido en la fiesta, lo del trabajo. Va a ser durante una temporada, en una mezcla entre administrativo, y secretario. Tengo mucha ilusión en él, no solo por ser un empleo en sí, sino porque estoy seguro, voy a aprender un montón de cosas, y hasta conocer un poco más de cerca el mundo que me interesa, es decir, la empresa desde un punto de vista organizativo.

En fin, ya hablaremos con más calma. Tengo que escribirte alguna que otra cosa que tengo en mente, pero debo de madrugar para mañana. Por la tarde enviaré la carta, a lo mejor incluso, me da tiempo de hacer otra.

¡Qué guay, ya empezamos a estar ajetreados, me encanta!

viernes, 11 de febrero de 2005

Fiesta de carnaval

Historia interesante, la de la foto, ¿Cuánto tardas en descubrir quien soy? Daría cierta pista, pero seguro que destrozaría todo gracia. En fin, tiene su historia, o debería.


Cachoros de gatos y demás



Por cierto, tengo una buena noticia. Mañana trabajo en una fiesta de disfraces. En principio, es como camarero, o de lo que tercie. Es un fiesta privada, digamos que, de clase media alta. Lo que se traduce que me voy a convertir en un Félix Rodríguez de la Fuente estudiando la flor y la fauna. En serio, tengo un montón de ganas, no tengo ni idea de cuanto voy a cobrar, cosa que me trae sin cuidado, lo haría gratis, que demonios, creo que puedo aprender un montón de cosas. Además, como es privada, la barra es libre, así que puedo ponerme a servir, sin el peso de la responsabilidad de cobrar, dios santo, voy aprender mil un combinados en cuestión de segundos. Voy a ver como se relacionan entre sí las personas, como irán disfrazados, que beberán, como lo pedirán, que harán? puede que suene estrambótico, pero es cierto, voy a estudiar sicológicamente sociológicamente antropológicamente filosóficamente empíricamente y hasta estéticamente todo lo que me rodea. Es la primera vez que podré hacerlo. Es algo totalmente nuevo para mí.

Eso sí, tengo que ir disfrazado, aunque todavía no se que llevar. El traje de gato (sí, el de la foto es de gato, o se intentaba) ya me queda pequeño, así que tendré que ver lo que tengo. Posiblemente llevaré el bombín, al menos lo saco de paseo, tengo alguna idea en mente, tiene que ser cómodo y de término medio (no llamativo). Algo tengo en mente.

En fin, puede que no estos días no escriba, pero ya te contaré como me ha ido. Va a ser una noche, muy, muy larga. (Me gusta tanto el alcohol, que por eso no puedo beber).

Dios, que imaginación que tengo.

jueves, 10 de febrero de 2005

Lados oscuros

Una vez dijiste, que me conocías más de lo creía. Siempre he temido algo así. Tengo miedo a que me confundas con otro, y que algo que haga o diga sea valorado en un contexto que no es el mío. Lo admito, soy diferente, un bicho raro, te dije una vez. Cuando hago las cosas, no esconden mala idea, o prejuicios de ningún modo, soy ingenuo en muchos sentidos, y no deseo ningún mal a nadie.

No me puedes conocer, no debes, pues tengo muchos lados oscuros. Cosas que desconoces por completo, que tienen que permanecer en la sombra, para que nadie las conozca, al menos, nadie que no esté preparado. ¿O no? En el fondo, me gustaría contártelas todas, decirte mis mayores secretos, temores, lo primero que se me pase por la cabeza. Por eso, te mando estas cartas, para escribirte aquello que no me atrevo a decir.

Por eso te cuento todo, poco a poco, mientras me voy desnudando ante ti. Si de veras me quieres conocer, desnúdate también tú, de todo prejuicio, de toda idea preconcebida, de toda sospecha, de toda valentía, de todo temor. Empecemos así, sin nada, sin sombras, sin ningún sitio que quede tapado, a oscuras, enseñándonos todos. Sólo de esa forma, podrás decirme «Te conozco más de lo crees» sólo de esa forma quiero oírlo. Sí después de todo eso, de ver todo como es en realidad, quieres decirlo, didlo.

Ojala pudiera ser así. Ojala pudiéramos mostrarnos de esa forma, conocernos tanto, sin necesidad de caer en equivocaciones, arrepentimientos o vergüenza. Cuanto daría porque desaparezcan esos lados oscuros, que nadie conoce, para compartirlos contigo. Yo estoy dispuesto, quiero quitarme de todo eso, quitarme la piel y que vieras lo que soy de verdad, directamente, a bocajarro.

Pero no puede ser. No. Si así lo hiciera, moriría de frío, o me contagiaría rápidamente de alguna enfermedad mortal, y no podría protegerme. Por eso, vivimos con esas defensas, esas protecciones artificiales, por eso ocultamos a la luz los lados oscuros, porque no deben de ser vistos, porque no pueden ser comprendidos. No puede llegar la luz del sol a ellos. Deben de seguir ahí donde están.



La próxima vez que nos veamos, sin conocernos apenas, nos abrigaremos más, nos pondremos la bufanda por toda la cara, por miedo a ser contagiados por el otro.
A mi me gusta que llueva, me encanta caminar mientras veo a todo mi alrededor corriendo. Me calo hasta los huesos, mis pies se llenan de agua, y es cuando me siento mejor conmigo mismo, cuando toda el agua me invade.

Walking Around, de Neruda


Versos en tinta

Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
Navegando en un agua de origen y ceniza.
El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.
Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.
Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío
No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.
No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.
Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.
Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.
Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.

Maestro insigne
Pablo Neruda

miércoles, 9 de febrero de 2005

Eternos objetos vivos

Soy, ya ves, de esos que a lo largo de su vida recopilan mil y un objetos, sin sentido, que ante los ojos de cualquier «no iniciado» no son más que porquerías, vacías, inertes, sin ningún valor, y que sin mala intención si dependiesen de ellos, lo tirarían directamente a la basura.
Objetos vivos
En cambio para mí, están completamente vivos, son reflejos de hechos de mi vida, cada uno, guarda un secreto, que sólo conocemos él y yo. Y que cada vez que nos vemos, me dicen al oído su historia, y a veces, recordamos juntos a personas, lugares, y situaciones.

Algunas de esas cosas, son por ejemplo:

* Un paquete de pañuelos sin abrir que una chica me regalo cuando estaba yo resfriado
* Un bombín, que fue mi última compra cuando vivía lejos.
* La toalla que uso, deshilada ya, que mi madre se obstina en tirar, y yo me niego.
* Mi maleta negra, con la cremallera rota. He vivido tanto con ella, que no puedo tirarla ni remplazarla. No la uso, pero algún día la arreglaré, y seguiremos recorriendo lugares.
* Una botella con arena, de cuando me atreví a ir a la playa nudista.
* Los papeles de la función en las que participe de pequeño.
* Unas tres botellas de agua vacías, que recuerdan cada momento con Cn.
* Un trozo del mosaico de la pared de mi primer trabajo.
* Un recuerdo de un pueblo, que me regalaron.
* Un osito rosa.
* Una vela que encendí en el cumple de Rn, ella no se esperaba nada de eso.
* Una caja de cartón vacía.
* Una escopeta de plástico.
* Un tenedor.
* Varios posavasos de cartón.
* Un ticket de metro.
* Un juguete para hacer pompas


Y docenas de objetos más, que están al mi alrededor, en aparente caos, pero que son mi contacto, mi único contacto con el mundo exterior. Quizás por eso, son tan importantes para mí, porque poco a poco, van siendo mi única compañía, pues en ellos, están vivos muchas cosas. Y no puedo tirarlos, porque sería la peor de las traiciones.

También hay otros objetos, que no los puedo mirar a los ojos, escondidos, encerrados, que no les dejo salir. No puedo hablar con ellos, me destrozaría a mi mismo si lo hiciese. Se que están ahí, sin ver la luz, y de cuando en cuando, casi sin querer, por azar, asoman la cabeza, y yo rápidamente, por protección, cierro los ojos durante unos instantes, giro la cabeza y los vuelvo abrir. Ellos también forman parte de mí. Y los necesito. Ambos sabemos de la existencia del otro, nos necesitamos para vivir; el día que alguno de los dos falle, dejará mutilado, sino muerto al otro.

Mil y un objetos, que sólo, cuando estamos ellos y yo, en la penumbra, nos ponemos hablar, y a darnos vida, y sentido, los unos a los otros.

lunes, 7 de febrero de 2005

Someterse

Se que mis palabras te terminan aburriéndote, que son muy monótonas, que siempre acabo hablando de los mismo. En muchos libros, revistas, películas, siempre dicen lo mismo, que la imagen pesimista y afligida, nunca gusta, y que termina aborreciendo a las personas. Se que si quisiera mostrarte interesante a alguien, o llegar algún día, gustarle a alguna chica, debería de ser más alegre, más optimista, pues cuando buscamos a alguien, buscamos alegrarnos, no entristecernos con sus penas. También se que estas cartas, al fin al cabo, no interesan a mucha gente, que si lee una, ha leído todas. Que no hay novedades, ni aventuras dignas de mención. Aquí no hablo de lo que me paso con tal amigo, o lo que me dijo tal chica, porque sencillamente, no me pasa nada de eso. Tampoco cuento historias, porque no las hay. Y mis reflexiones, no son nada del otro mundo.

A veces pienso en ir por ahí, y comentarle a la gente la existencia de las cartas, pedir que pongan en sus páginas referencias a la mía. O darle alguna forma de publicidad. Pero me niego. Porque se que con ello, dejaría de ser libre. No puedo hablar de lo que no puedo, aunque eso lo haga más atractivo, porque dejaría de ser yo mismo. Mi objetivo con esto, no es ser famoso, o que la gente me visite, o ser parte de un artículo de gente extraña. Sólo quiero enviarte estas cartas, que leas alguna, y ya esta. No quiero someterme a nadie, si un capricho me puedo tomar, es ese. Ser yo mismo. Hablar de lo que quiero, sin freno, sin tapujos, sin pensar si gustará o no, si no volverás, o si piensas mal de mí. Si algo he aprendido, es que tenemos que ser nosotros mismos, cueste lo que cueste. ¿Es de locos pretenderlos? Acéptame como soy, te lo ruego, porque yo quiero ver como eres tú, sin nada delante, sin obligaciones que te hagan ser diferente, sin miedos a ser como eres de verdad, sin prejuicios del que dirán, pues sólo de esa forma, me interesas, tú, en tu estado más puro, sin mezclas, sin agresiones exteriores.


Captura de la película El apartamento, de Billy Wilder


Te quiero, te aprecio, por ser tú. No te tapes, no te camufles, no disimules. No te empobrezcas de esa forma. Hay tanta hipocresía que nos ataca, tanta falsedad. No te sometas ante nadie, vuela, se libre, se tú.

domingo, 6 de febrero de 2005

Películas, películas, películas

A veces, me sorprende mi capacidad para ver películas y películas, pero antes que nada, para ser sincero, he de admitir, un grave defecto que tengo. Me olvido rápidamente de cómo acaba. Bueno, se puede ver como un defecto, o como una virtud. Yo prefiero esta última opción. Me permite disfrutar decenas de veces una misma película, y volver a verla al cabo del tiempo.

Eso es lo que he hecho en las últimas horas. Anoche, de madrugada, me puse a ver una que tenía pendiente desde hace tiempo, Cabaret, para luego, esta tarde, recopilar mi colección de "comedia romántica inglesa" y darle un buen repaso. Ahora en un descanso de avituallamiento, cogeré más pelis para devorar. Acabo de ver, Amor con preaviso, Un niño grande, y todavía me queda el dvd de Casablanca, pero eso lo reservo para más tarde. Si de algo debo de agradecer a internete, es la posibilidad de poder ver todas esas películas que de otra forma, me hubiera sido imposible ver. Lo único que siento, es no tener ahora la posibilidad de bajarlas, por ahí guardo pequeñas notas con títulos para bajarme, aunque tendrán que esperar una larga temporada.

También tengo otras reservadas, grandes películas, pero que me niego a verlas sólo. Merecen compañía, y en el fondo, me dan miedo verlas. Merecen compañía, porque merecen compartirlas, mirar a la cara del otro, apretarle la mano, descansar la cabeza sobre ella. Olerla. U otras de risas, que sin nadie, no hacen gracia, pero acompañados, son geniales, mágicas, y pasas el mejor momento de tu vida, riéndote a mandíbula batiente.

Ahora no que cual escoger. No puede ser muy romántica, tampoco de acción. Para nada de miedo, no podemos contar con dramas políticos. No se, cogeré alguna española, que con cada una, es una nueva sorpresa agradable que descubrir. No se, ya cogeré cualquiera, cualquiera valdrá para pasar el tiempo mas aprisa, aunque no vayamos a ningún sitio.

viernes, 4 de febrero de 2005

La muerta casa

Hoy por primera vez en mi vida, estoy solo en casa. No hay enigmas en la frase, ni ironía, ni chiste barato. Es la verdad. Mi abuela siempre estaba aquí, y yo era quien me quedaba con ella. No le hacía compañía, no era eso. Simplemente, yo me quedaba, y ella nunca salía. Ahora comprendo diferente, las veces que ella estuvo sola, en casa, y que nadie estaba con ella. Fíjate que tontería, el pensarlo ahora, me hace llorar, estúpidamente, y nunca antes, me había fijado en ello.

No se, la casa sin ella, es un cementerio. No se oye nada, parece como si de un pueblo fantasma se tratase, donde han muerto todos los habitantes de la noche a la mañana, y los hijos de la ciudad, al volver, se encuentran toda la desolación ante ellos.

Nosotros, los nietos, poco a poco nos hemos ido de la casa, independizándonos, o mejor dicho, buscándonos la vida. Yo así lo hice, y estuve viviendo solo, allá lejos, cuando trabajaba fuera de casa, a miles de kilómetros, y también viví en una casa cementerio. Pero volví, y ahora, cuando mis padres se van, mis hermanos salen por ahí, y mi abuela ya no esta, ahora, me siento en el mismo cementerio, totalmente sólo. Nunca antes me había sentido así. No tengo ni un amigo con quien hablar, o escribirle, ninguna película ponen hoy viernes noche en la tele (¿qué imbécil se queda en casa?) ni nada que hacer. Mi abuela no está, al fin al cabo, nos hacíamos compañía de alguna forma. Ahora vivo en un cementerio.

jueves, 3 de febrero de 2005

Punto de inflexión

Hoy quiero aprovechar, de que estás ahí, para intentar hacer una reflexión, un punto de inflexión; es decir, un marcado antes y después.

No te debería de sorprender, si te digo que llevo bastante tiempo, sin rumbo de ningún tipo. Hoy quiero intentar, marcarlo un poco, se que navegar a la deriva es un suicidio, y tarde o temprano, no habrá vuelta atrás.

La pregunta es bien sencilla, dónde estaré yo dentro de unos años, o más significativo, donde quiero estar yo, en el 2012.

En el 2012, dentro de 7 años, quiero tener mi propia casa, en un piso alto, con el suelo de madera, donde me pueda tumbar desnudo en el balcón, sin miedo a ser visto, con mucha luz, tranquilo, sin mucho ruido, con bastante vista, a ser posible, algo de mar. El piso, todo ordenado, unas estanterías de libros llenas, un buen sillón, la televisión, quiero que esté dentro de un mueble, que la pueda ocultar sin ningún problema. Quiero agua caliente a presión. Un buen baño, amplio. Al lado de mi dormitorio, quiero una pequeña habitación, sin puerta, unida, a modo de vestidor, con toda la ropa y un espejo grande. Que cuando me levante desnudo cada día, pueda ir directamente a la ducha caliente, y de ahí, con solo secarme pueda ir desnudo tranquilamente al vestidor, y decidir que ponerme, y de fondo, la música tranquila del momento. Quiero que el ordenador, este arrinconado en una esquina, en una pequeña habitación, donde pueda estar todos mis papeles del trabajo, algo desordenado, pero sin darle importancia.

Quiero que desde el piso, pueda usar el transporte público sin problemas. Sobre el coche, no tengo preferencias. Uno normal, que me permita llegar a todas partes, ni nuevo, ni viejo, elegante eso sí, que no consuma mucho, y que no llame la atención.

Mi trabajo, quiero que sea un trabajo de chaqueta y corbata, de empresa, dirigiendo un grupo de trabajo. Con motivación, preocupándome por crear buen ambiente, como si de una familia, un grupo de buenos amigos se tratase. Y entre todos, crear algo. Superar los retos, ampliar los horizontes, sentirnos orgullosos de nuestro trabajo, que la gente quiera venir a trabajar con nosotros, ser un punto de referencia. Saber que todos, estamos dando todo lo posible de nosotros mismos por un objetivo, sentirnos dueño de nuestro trabajo.

De mi grupo de amistades, me gustaría que fuera un lugar donde pudiera ser yo mismo, sin ataduras, sin mentiras, sin impedimentos. Sin miedo de vestir como quisiera, o decir una tontería, o preguntar la mayor de las necedades, que fuéramos de viaje, o que organizaríamos con solo 24 horas de antelación una fiesta de disfraces, donde todos se apuntaran encantado, y se lo pasaran bomba. Un grupo que quedáramos a comer todos juntos una vez a la semana, y que compartiéramos cosas en común, que hasta de vez en cuando nos animáramos a jugar un partido de cualquier cosa, aunque ninguno tuviéramos idea de jugar.

Pero no quiero hacerlo solo. Quiero construirlo con ella, compartirlo, que todo sea, por decisiones entre los dos. No estar solo, escaparnos cada día a cualquier sitio, sin excusas, sin tapujos, sin miedo. Ser uno. Entendernos, aceptarnos, soñar con el otro, apoyarnos, escucharnos, aconsejarnos. Hablar. Que no sintamos vergüenza de vernos desnudos, que no temamos hablar de cualquier cosa, que superemos los miedos y los retos por la fuerza que nos trasmitamos el uno al otro. Que aunque todo caiga, siempre nos tengamos él uno al otro. Vivir como vagabundos en un país extranjero. Morir de hambre, mientras nos miramos a los ojos.


Juego de sombras en nuestras manos


Quiero hacer de todo esto, una meta, un plan de vida. Sólo en nosotros esta el construirlo. Desde aquí, parece un mundo de distancia, demasiado lejano. Una sombra, de un juego de manos, pero tendrá que ser poco a poco, pero con las cosas claras. Yo en el 2012, quiero estar allí.

Quiero estar allí