jueves, 22 de septiembre de 2005

Cuanta verdad

¿Qué dosis de verdad puede soportar un hombre?
Friedrich Nietzsche

domingo, 11 de septiembre de 2005

La habitación

Lo se, he tenido suerte. Ahora estoy en la habitación, y puedo hacer las cosas que siempre quise y nunca pude antes. Puedo ver lo que quiera en la tele sin miedo a molestar a nadie, ni sentirme incomodado. Hay días, en los que me ducho varias veces, por el simple hecho de estar hasta media hora, bajo el agua, relajándome. Cuando salgo de la ducha, puedo pasarme otra media hora, poniéndome tranquilamente las cremas que quiera, sin tener ninguna presión, y me puedo pasar todo el día desnudo tranquilamente, sin ningún problema.

Poco a poco, la voy haciendo más mía. Mis objetos se van apoderando de cada esquina, con cierto desorden, y cada vez, me siento más cómodo en ella.

Aún así, cuando aún con el televisor con el sonido puesto, aun con el ruido del alrededor indique su presencia con el murmullo interminable, aún así, cuando todo calla y el silencio impera y por unos segundos desconecto de todo, pienso en la gente, en las personas que no están aquí, y las que podrían estar. Vienen a mi mente momentos pasados, y momentos nunca vividos, las que fueron, y las que podrían haber sido. En muchas de ellos, estás tú, directamente o no, pero tienes mucho que ver.

Quizás, por una vez por todos, las cosas cambien, y encuentre aquí mi lugar. Es posible, hace apenas unos días, hasta la ropa me aplastaba, pero ahora en cambio, me encuentro cómodo, y se que puedo estarlo aún más.

Nos veremos, espero, no tanto como quisiera yo, y quizás, no pueda decirte lo que quisiera, pero ojala que sirva para volver a cargar las pilas, llenarme de alegría, de ilusión, y seguir creyendo en lo mejor de la vida.


Un fuerte abrazo, un fuertísimo abrazo.

sábado, 10 de septiembre de 2005

Va cambiando

Poco a poco, la tormenta interior va pasando. Me voy adaptando, olvidando unas cosas, y aprendiendo otras. Hoy hace once días que estoy aquí, y ya no estoy tan mal.

Me he vuelto a apuntar a una autoescuela, y algo que podría pasar por insignificante, para mí ha sido la llave a los cielos. El hecho es que me vienen a buscar en donde estoy, y luego me traen. Libertad. Eso es lo que me ha proporcionado. Ese mismo día, en que por aburrimiento pregunte por autoescuela, me apunte entusiasmado, y al bajar a la ciudad, me ha servido para respirar y salir de la burbuja, o celda sin barrotes, en la que he vivido estos últimos días.

Hoy sábado, por ejemplo, decidí bajar a la ciudad por mi cuenta. Treinta minutos caminando, dos autobuses, y por fin llegue al centro comercial. Y no he parado. Tenía en mente centenares de cosas que comprar, y lo he recorrido siete u ocho veces, de tienda a tienda, y he comprado un montón de cosas; de la que más me siento orgulloso, como si me hubiera comprado todo un Aston Martin; una bicicleta. En serio, ha sido genial, hasta me vine montada en ella desde el centro comercial, y no sólo no estaba cansado al llegar, sino que estuve media hora más dando vueltas entusiasmado por la zona. Dios, que feliz estoy con ella. Libertad, ella también me da eso.


He hecho una lista de todo lo que he comprado, de alguna forma, este día, ha sido todo un símbolo.
  • Una bicicleta (de ciudad, no mount-bike, por dior)
  • Un casco (Seguridad vial, sobre todo, aunque sea por fastidiar)
  • Un chaleco (Amarillo, claro, pero feo de narices)
  • Un candado (el dependiente me recomendó el de llave, no el de combinación)
  • Una sudadera (de vestir, hombre, de vestir, roja por cierto)
  • Calcetines (tres negros con puntitos, y uno rojo)
  • Revistas (Tres, dos de moda y estilo, y un especial de historia)
  • Una bandeja del Macdonal (bueno, no la compre exactamente... )
  • Una mochila bien grande (para llevar la compra con la bici)
  • Una lámpara de pinza (tengo que devolverla, no funciona, maldita sea)
  • Maquinillas de usar y tirar (de color verde, y doble hoja)
  • Desodorante (No es de bolita, ni spray, sino el otro... )
  • Exfoliante y crema hidratante para pies ( Para el resto del cuerpo, ya tengo)

Y posiblemente me queden más cosas, y otras que se me olvidaron coger, pero bueno, ya habrá tiempo, aunque quizás no economía, pero vamos, estoy contento, los primeros duros días, ya quedan atrás, y se que todavía quedan momentos que tengo en mente, que se que me van a alegrar, y eso me hace sentir mucho mejor.

Todavía me falta coincidir más con la gente, pero ahora se, que es cuestión de tiempo, y de esfuerzo también, y poco a poco, iré profundizando en mis relaciones con ellos, y todo será mucho mejor. Cuestión de tiempo, siempre se dice ¿no?, pues ojala que no pase tanto, ojala.

martes, 6 de septiembre de 2005

Suena el teléfono

Aquí, aún lejos de todo, suena el móvil desde que llegue, casi cada día. A veces es la familia, algún compañero de estos meses, o algún viejo amigo. Me pasa lo mismo que cuando necesito hablar con alguien; que no lo hago, que callo, no contesto.

Mis padres, por ejemplo, me han llamado en más de una ocasión, y cuando me preguntan, tengo que callar, y darle solo evasivas. Soy incapaz de hablarles de lo mal que lo estoy pasando, que solo pienso en irme de aquí, que estoy aislado, que me es imposible salir, y que mi única ocupación, es la de dormir, para ganar en esta estúpida lucha al tiempo. No conseguiría nada diciéndoles la verdad, al igual que no puedo hablar con los que me llaman, y no les cojo el teléfono. Luego los llamo al cabo de unas horas, arrepentido y con miedo a perderlos, les hablo muy genéricamente, con esperanza en mis palabras, describiéndolo todo de color verde, de aires limpios, y de música de fondo.

Me cuesta todo esto. Pienso en las otras veces que me ha pasado lo mismo, y de lo que me ha servido, y aunque intento no pensar en el futuro, se que estaré quizás en otro lugar, pero las características, como siempre, serán las mismas, no terminando de salir del agujero, ni creo que pudiera.

De verdad, me gustaría hablarte de cosas bellas y hermosas, de esperanzas, de anécdotas, de nuevas experiencias, de personas, de paisajes. Pero no puedo, no ahora. Soy incapaz de ello, estoy destrozado, y el escribirte me cuesta cielo y tierra. Se que todas mis cartas son iguales, quizás sea ese mi sino, la eterna tristeza, la soledad, el pesimismo, y la eterna maldición. Nada te puedo obligar a que sigas ahí, y es muy probable que deje de verte, que sea mejor que no leas estas cartas, aunque yo siga escribiéndolas, auto compadeciéndome. Posiblemente sea lo mejor, al igual que esas llamadas que suenan, y no las cojo, para no mostrarles mi realidad, contagiarles de todo, y preocuparles para nada.

Lo siento, en el fondo, no confío en nadie, absolutamente en nadie, es parte de la condena. La cadena perpetua.

lunes, 5 de septiembre de 2005

Regreso

Después de estos cuatro meses, donde apenas he podido escribirte algo, ya ves que vuelvo ha ti, al fin al cabo, eres lo único que tengo.

Por fin (lo digo por cronología, no por entusiasmo) estoy en lo que va ser mi hogar durante un mínimo de tres años. ¿Cómo me siento? Llevo aquí menos de una semana, y como siempre me ha pasado en estas mismas circunstancias, siento que el mundo me aplasta, sin dejarme respirar. Estoy seguro que dentro de unas semanas, o quizás meses, lo vea diferente, pero ahora, tengo el alma en el suelo.

Hecho de menos a algunos con los que he compartido las últimas semanas, y que cada cual ha emprendido su camino. Siento, injustamente por mi parte, como si me hubieran abandonado, como si ya no les importase nada, y muy posiblemente sea así. Los últimos días, había profundizado mi amistad hacia ellos, y como si de mi maldición se tratase, nos hemos separado con una distancia insalvable. Incluso no puedo ver las cientos de fotos que tengo de ellos, pues con eso, sufre mi alma, al igual, que ni siquiera puedo releer esta carta, pues de esa forma, ellos vuelven a mi, y notar su ausencia, exalta mi dolor.

Será que nunca aprendo, que siempre me dejo desanimar por todo, que soy pesimista, o lo que quieras, ¿pero eso hace falso mi dolor? ¿Acaso crees que aunque no lo entienda nadie, no me siento la persona más desdichada de todas? Pienso en mi futuro, en mi presente, en lo que me decía a mi mismo antes de tomar la decisión, de seguir adelante, de abandonarlo todo, pero no encuentro respuestas que me animen. Me siento delante de un callejón, obscuro, con los cubos de basura, olor putrefacto que no te deja respirar, y con miedo por cada ruido extraño que escucho. No puedo pensar en el pasado, pues al ver lo que tuve, y no tengo ahora, me mata. Tampoco en el presente, pues estoy sólo, y lo único que veo son impedimentos, ni menos aún en el futuro, pues no veo nada positivo en él. No puedo pensar en mis compañeros de camino, pues ahora están lejos de aquí, y me doy cuenta que dichos caminos se bifurcan cada vez más. Tampoco de aquellos que están lejos, pues no conocen nada de esto, y no me serviría para mucho, más seguro que me haría sentir peor. La familia tampoco sirve, ¿para qué preocuparla? ¿Qué solución podrían aportar? ¿Quién queda? Nadie, nada... como siempre. Paso las horas en la cama, desnudo en la habitación, intentando dormir lo máximo, para ocupar las horas sin pensar en nada. Pongo el televisor cuando me despierto, matando más horas, lo suficiente para volver a acostarme. Tengo hambre, pero no quiero comer. Saldré luego, a gastarme dinero y comer algo de comida basura, es el único capricho, que me puedo permitir.
Me gustaría abrazarte. Morir ahí. No me importaría lo que habría que tenido que hacer antes. Tampoco lo que vendría después. Sólo me importa ese momento. Ojala te hubiera dicho en el instante adecuado, lo que quería decirte, sin pensar en nada, sin mirar a ningún sitio, solo a tus ojos, mientras te lo decía. A saber lo que estás haciendo ahora. ¡Qué más me da! No estás aquí, no me aprietas, no descanso mi cabeza sobre ti. No recoges con tus dedos mis lágrimas, y estas mueren en el suelo anónimamente, sin importarle a nadie. Maldigo, maldigo sin fuerzas todo.
Supongo que en unos días esto cambiará. Habré conocido a gente, podré moverme y salir. Quizás consiga ponerme a estudiar, y evadirme de mi mismo. Quizás tenga un periodo de descanso, y pueda volver a casa durante unos días, e ir a la playa y escapar momentáneamente, ojala que pudiera ser eterno. No creo que me sirviera para recargar las pilas, pues la amenaza de volver, planearía sobre mí. En el fondo, no lo que quiero, ¿para qué pensarlo? Si lo hago, vendrá el de siempre, y romperá toda esperanza, y me hará sentir peor, y más sólo.


Ojala pudiera abrazarte, volver en donde nunca he estado.


Volveré a poner la tele.