martes, 18 de julio de 2006

Walt Whitman

Al final de una ponencia le preguntaron a Walt Whitman qué quería decir cuando hablaba de 'la verdad al desnudo'. Con su mentalidad de poeta, decidió que la mejor manera de responder a esa pregunta era desnudándose frente a su público. Lógicamente, la gente se quedó atónita.

domingo, 16 de julio de 2006

Aprender

A lo largo de mi vida, he amado con intensidad, en constantes ocasiones. Todas ellas de forma desafortunados; sencillamente, en ninguna vez ha sido correspondido.

Una de las principales causas, es que siempre he vivido en una burbuja de cristal, y muy poca gente me rodeaba. Por eso ahora, no se relacionarme, y de cualquier mujer que cruza delante mía, me enamoro estúpidamente. Tengo necesidad de amar, de encontrar el amor, y eso significa amar, y ser amado. Y esa segunda parte, nunca la he conocido.

La amo, es cierto, se ha cruzado en el camino, y la amo estúpidamente. Como tantas otras veces, ella a mi no. Tiene su vida, su pareja, su mundo. Aún así, aunque se todo esto, me duele no tenerla, no estar con ella en este instante, y que me quiera como le quiere a él.

Reflexiono sobre ello, es lo único que me queda, y se que es injusto por mi parte. He de suponer, que ella es feliz así, y que él le da lo que no puede hallar en otra persona, o más sencillamente, ella le quiere, y eso debe de ser suficiente para merecerse todo mi respeto.

¿Qué es lo que busco en ella? Se que no la quiero como novia, porque se que no podría darle lo que busca, y conmigo no estaría realizada, y en ocasiones, me hace daño ¿entonces? No lo se, me gustaría abrazarla, desnudarme ante ella, darle todo...

Ella es mi amiga, y debo de comprenderlo así, olvidarme del resto, no ser tan egoísta ¿por qué es eso, verdad? Soy egoísta por que me importa muy poco el resto del mundo, incluso me importa poco ella, y sus cosas, y lo que le hace feliz en este momento, pues imagino ingenuamente, que ese amor que siente, termina, no me importa de que modo, y esta conmigo. Y eso, me hace ser mala persona, de tanto que la quiero.


Debo de aprender.





Hoy no tengo ánimos para nada. No veo futuro alguno, será mejor que duerma, a ver si dentro de unas horas, con la luz del sol, pienso en otras cosas.

miércoles, 12 de julio de 2006

Antigua dedicatoria

dedicatoria

Extracto de la obra «Pepita Jiménez»

[...]

Soy un vil gusano y no un hombre: soy el oprobio y la abyección de la humanidad; soy un hipócrita.

Me han circundado dolores de muerte, y torrentes de iniquidad me han conturbado.

Vergüenza tengo de escribir a Vd., y no obstante le escribo. Quiero confesárselo todo.

No logro enmendarme. Lejos de dejar de ir a casa de Pepita, voy más temprano todas las noches. Se diría que los demonios me agarran de los pies y me llevan allá sin que yo quiera.

Por dicha, no hallo sola nunca a Pepita. No quisiera hallarla sola. Casi siempre se me adelanta el excelente padre vicario, que atribuye nuestra amistad a la semejanza de gustos piadosos, y la funda en la devoción, como la amistad inocentísima que él le profesa.

El progreso de mi mal es rápido. Como piedra que se desprende de lo alto del templo y va aumentando su velocidad en la caída, así va mi espíritu ahora.

Cuando Pepita y yo nos damos la mano, no es ya como al principio. Ambos hacemos un esfuerzo de voluntad, y nos transmitimos, por nuestras diestras enlazadas, todas las palpitaciones del corazón. Se diría que, por arte diabólico, obramos una transfusión y mezcla de lo más sutil de nuestra sangre. Ella debe de sentir circular mi vida por sus venas, como yo siento en las mías la suya.

Si estoy cerca de ella, la amo; si estoy lejos, la odio. A su vista, en su presencia, me enamora, me atrae, me rinde con suavidad, me pone un yugo dulcísimo.

Su recuerdo me mata. Soñando con ella, sueño que me divide la garganta como Judith al capitán de los asirios, que me atraviesa las sienes con un clavo, como Jael a Sisara; pero a su lado, me parece la esposa del Cantar de los Cantares, y la llamo con voz interior, y la bendigo, y la juzgo fuente sellada, huerto cerrado, flor del valle, lirio de los campos, paloma mía y hermana.

Quiero libertarme de esta mujer y no puedo. La aborrezco y casi la adoro. Su espíritu se infunde en mí al punto que la veo, y me posee, y me domina, y me humilla.

Todas las noches salgo de su casa diciendo: esta será la última noche que vuelva aquí; y vuelvo a la noche siguiente.

Cuando habla, y estoy a su lado, mi alma queda como colgada de su boca; cuando sonríe, se me antoja que un rayo de luz inmaterial se me entra en el corazón y le alegra.

A veces, jugando al tresillo, se han tocado por acaso nuestras rodillas, y he sentido un indescriptible sacudimiento.

Sáqueme Vd. de aquí. Escriba Vd. a mi padre que me dé licencia para irme. Si es menester, dígaselo todo. Socórrame Vd. ¡Sea Vd. mi amparo!

[...]




Extracto de la obra de Juan Valera, «Pepita Jiménez»; Sobra explicarlo.

martes, 11 de julio de 2006

Pasa el tiempo

Busco la última carta que te envié. Ya hace mucho, tampoco se nada de ti. Me pregunto el porque de todo este silencio durante este tiempo. Supongo que nuestros caminos se han separado, y como en tantas otras cosas, la distancia a contribuido que surjan excusas por ambas partes para dejarlo para más tarde, de aquí a la eternidad.

Ya no somos los mismos, eso dicen, yo al menos no me siento tan cambiado, aunque quizás es ahora, reflejándome en las personas y circunstancias que nos rodean, cuando lo noto. Echando la vista atrás, en una fotografía, en una historia o en alguna carta, veo a otro, en ese momento, si soy conciente que en varios aspectos, pienso y actúo diferente. Ya no me preocupa tanto la opinión de los demás, he aprendido también, que no siempre se debe de ser sincero, ni tener las mejores intenciones, que cualquier cosa puede ser malinterpretada, y que amar con locura, es un delito, un fallo.

También he encontrado, que todos sufrimos, nos sentimos desdichados, solos, incomprendidos, abandonados a nuestra suerte, sentimientos comunes, que nada tienen que ver con nuestras circunstancias. Desde el más rico, al más pobre, desde el afortunado, al vil, del siempre amado, al más abandonada de las criaturas, todos sentimos lo mismo, con la misma intensidad. Incluso llegamos a creer, que sufrimos más que nadie, pero para bien o para mal, esa persona con la que nos hemos cruzado ayer mismo, con la cual sólo coincidimos una vez en nuestra vida, y del ni siquiera nos hemos fijado, sufre de los mismos sentimientos que nosotros. Posiblemente, la única diferencia es la forma en la que lo afronta. Y no hace falta ir tan lejos.

Quiero recuperarte, volver a saber de ti, contarte mis cosas, eres la única que me escuchas, así que si me dejas, intentaré volver a escribir estas cartas, quizás más por mí que por ti, quizás...