Recuerdo que ya desde ayer me dolía el estomago, al igual que ahora. Sólo que esta vez, tampoco puedo dormir, y dentro de unas horas debo de ir a trabajar. He bebido, un poco, nada, sólo una cerveza, no se, quizás la falta de costumbre, o que el insomnio me haga pensar, y eso provoque este dolor, que a lo mejor, en vez de estomago, es de alma.
Hoy es un día cualquiera, como cualquier otro, en el que un sencillo comentario o suceso abre la caja de pandora que llevas dentro. Tengo ganas de abrir y vaciar la botella de whisqui que tengo aquí al lado, pero se que si lo hago, mañana no podré levantarme, así que prefiero escribirte, quizás de esta forma, consiga dormir algo más tarde, y contener, o quizás provocar, la lagrima que llevo dentro.
En estos últimos días, gente que me rodea, se ha abierto un poco a mi, y me ha contado sus problemas, que son fruto de la convivencia, y del hecho, de cada día salga el sol y luego la luna, y aunque piense sinceramente, que son problemas banales, al fin al cabo, todos lo son, sí los siento como los más graves del mundo, porque les provocan dolor, pena y angustia, y eso es lo que me hace sufrir por ellos. Pero esos sufrimientos, esos problemas, son a raíz de vivir mil vidas, o como le decía a alguien «él que nada hace, nunca pierde o falla, en cambio, el que hace muchas cosas, siempre fallará alguna vez».
Eso es, lo que me mata ahora. Creo que nunca te he dicho mi edad, o quizás, no con la fuerza con la que yo la veo. Dentro de unos meses, aún me faltan algunos cuantos, pero llegarán, cumpliré los 25 años. Fruto de ellos, nada que se puede escribir en un epifanio, nadie que quiera ir a un entierro, nada que quede escrito en ningún sitio, ningún recuerdo que recuperar. Me pregunto si vale la pena seguir. Se que lo haré, soy un puto cobarde, y por eso sigo aquí. 25 años, sin vivir nada, si existiera un dios, cuando muera y me pregunte, en que los aproveche, no podré decirle nada. Es así de sencillo, no hay metáforas, ni ideas subjetivas, ni claves en mis palabras, 25 años tirados a la basura, o sin usar, sin amigos, sin parejas, sin ser uno mismo, sin historia, sin estudios, sin base alguna para el futuro.
Claro, siempre se me olvida la gilipoyez, que sólo tu creerás, esa que dice que todo llega, ese gilipoyez que decimos cuando no sabes que decir para animar al otro. Quizás nos sirva para hacer creer a nosotros mismos que hemos ayudado, y que hemos resuelto el problema con la frasecita, pero no es cierto. No es así. La mierda es mierda, aunque te la den con un lacito rosa y en una caja de música.
Estoy cansado, ¡Te lo he dicho ya tantas veces! Siempre escribo lo mismo, mismas historias, incluso mismas palabras. Me doy cuenta hasta yo, con cada línea que escribo. Siempre usando las mismas frases, las mismas ideas, todo con redundante monotonía. Así de triste y sin embargo real. Posiblemente por que nada cambia, porque nada llega, porque nadie escucha, porque nadie puede hacer nada, pues el error, la clave, esta en mi. 25 años y sin ticket de vuelta.
¿Tengo miedo? No lo se, ya no se nada. ¿Se puede tener miedo todos los días? ¿Puede el miedo estar tan metido en tu carne hasta tal punto de no diferenciarlo?
Gilipoyeces, me duele el estomago, y estas son gilipoyeces, porque de nada sirve escribirlas, de nada sirve pensar en ellas, porque todo llega ¿No es eso? ¿No ibas a decir eso? ¿O ibas a usar la técnica de «son cosas de la edad»? claro, era eso, tú que has pasado por esto, o crees que puedes llegar a hacerte la más mínima idea de cómo es...
Voy a intentar dormir, mañana será un día como el doy, y como ha sido siempre en todos estos putos 25 años. Te mando a la mierda, ya ves. Hoy me duele el estomago, y me lo puedo permitir. Son letras, y escritas quedan, y no las voy a borrar. Pueden que no sean bonitas, pero así han sido escritas.
Ni que importaran algo.