viernes, 17 de junio de 2005

Pasando el rato

yopo



Pasando el rato

domingo, 12 de junio de 2005

Grifo de libertad

Es extraño, pero el hecho es siento que he perdido esa libertad y fuerza al escribir, al fotografiar, y contarte y enseñarte mis cosas, desde las más banales, a las más personales.

Apenas fotografío más allá del eterno retrato a compañeros, y casi nunca te escribo. No tengo fuerzas, ni la gallardía que antes tenía. Creo que se debe, que de alguna forma, no me atrevo a ello, me da corte, hablar contigo, como si con la distancia creada, se haya roto nuestra confianza.

Siento que nos separamos, si alguna vez estuvimos cerca, que el no saber de ti, el no escribirte, casi a diario como antes, el no enseñarte mis cosas, hace que vuelvan a cerrarse candados y puertas, y me cueste mucho más. Ya no me atrevo, es eso. Temo que estás haciendo tu vida, y todo esto, ya no te interese, que hagas otras cosas, y ya aunque hablemos, no sea lo mismo.

Quizás es la falta de combustible, que hacía que ardiera todo, y que constantemente, buscara leña para quemar, para seguir nosotros a gusto frente al fuego. No lo se.

Espero que al volver dentro de unos meses a poder conectarme (ojala pueda) recuperemos la amistad conseguida, la comodidad de uno frente al otro, el atrevimiento de ser nosotros mismos, y la fuerza para superar los miedos propios. Ojala esto sea un bache, y con tu ayuda, podamos superarlo.

Un fuerte abrazo, te hecho de menos.

jueves, 9 de junio de 2005

¿Qué cómo estoy?

Hace unos días, alguien a quien admiro en profundidad, me preguntaba que como lo llevaba. A esas preguntas, no se bien nunca el que contestar. A ella se lo explique con sinceridad, pero otras veces, no resulta tan fácil.

Para no preocupar a la otra persona (¿le importa siempre?), generalizamos, y usamos una respuesta de concurso, quizás un «tirando» o «con paciencia» nos sirve como excusa para zanjar la cuestión, y pasar a otros burocráticos temas. Mejor así. Decir la verdad, cuando no es esa, cuando las circunstancias sencillamente no acompañan, generalmente, no sirve de nada.

No es tu caso, a ti te tengo afecto, a si que (casi siempre) te soy sincero, como lo soy por ejemplo, en esta carta.

¿Qué como estoy?¿Cómo lo estoy pasando? Quizás empezando diciendo que mejor que como estaría en mi casa, sería un buen comienzo. Y es verdad. Se, estoy seguro, que el mejor sitio donde podría estar ahora, en mis circunstancias actuales, es aquí, y no me arrepiento, ni hecho de menos, nada. Al menos, no he tenido que renunciar a ninguna cosa, quizás por que no tenía que me atase, para bien o para mal.

Antes, en casa, vivía en una burbuja de la que no salía. Del trabajo a casa, y de casa al trabajo. No tenía apenas contacto con la sociedad, con la forma de ser de las gentes más allá de unas teclas, un televisor, o las miradas fugaces en los medios de transporte, hice mía, la frase de ojos que no ven, corazón que no siente, y hasta ahora, había funcionado, y a veces bien, a veces mal, iba haciendo el día a día.

Aquí es diferente. Hay bastante gente de mi edad, y es la mejor forma (cruel también) de ver como son. Conclusiones, no tienen que ver nada conmigo. Supongo que me sirve para ver, que cada cual tiene su puesto en este mundo, y un papel a desempeñar, y yo, veo el mío. ¿Resignación? ¿Se llama resignación al hecho de esperar que cada día salga el sol? No lo se, no es algo negativo, sencillamente, algo que me hace pensar, y bueno, quizás sí, quizás la de esperar que un día, llegue ese momento, y todo cambie.

Mientras tanto, espero. Hago uso de esa paciencia, y poco a poco, van pasando los días, hasta que esta etapa finalice dentro de unos meses, para empezar otra totalmente nueva. Esa será otra historia, que ya habrá tiempo de que la cuente.




Ayer por la noche, pensaba sobre los últimos días. Sobre algunas cosas que me han dolido, o algunos choques con personas. Pero como te digo, anoche llegué a una conclusión. Y es que lo único que tengo, lo que nadie ha podido robarme jamás, ni se me ha perdido, aquello que siempre me ha acompañado, es mi forma de ser. Y es algo, de lo cual no quiero ni podría renunciar. Es más, de alguna forma especial, me siento orgulloso de ello, se que soy introvertido, un bicho raro, y que probablemente, nunca encaje en ningún puzzle, pero me da igual, es algo que no puedo cambiar, y creo, que soy buena persona, y de eso, sin lugar a dudas, si que me siento orgulloso. Quizás es un precio algo caro el que hay que pagar, por ser extraño, pero lo pago cada día, y al carajo el resto del mundo.

Es un paso adelante, que espero, me sirva unos días más.

Un abrazo

domingo, 5 de junio de 2005

La ciudad

Donde estoy ahora, estoy lejos de la ciudad, y desde aquí, uno piensa en las cosas que hemos ganado y perdido viviendo en la gran urbe.

Aquí, los atardeceres de color de fuego, son constantes, y el ruido de los árboles los llego a confundir con el mar en calma, aún estando a miles de kilómetros del océano.

En las ciudades, en cambio, perdemos la vista del horizonte, transformándose en cemento y metal, insensible, frío y duro. Entre tanto estruendo, tantas prisas, nos olvidamos de donde venimos y lo que somos, y dejamos de ver las estrellas, pues nunca hay tiempo, o la contaminación lumínica lo impide. Nos encerramos en las casas y edificios, y dejamos de sentir a la naturaleza en nuestra piel, no recibimos las caricias de la brisa, y el sol cuando nos saluda, lo interpretamos como un ataque.

Sólo se escucha el ruido de los coches, y algún tintineo metálico. Ya no hay risas de niños, ni gritos de auxilio, o carcajadas gigantes. Entre tanto bullicio, no percibimos el caer de las lagrimas por muy cerca que estén.

Andamos por la cuidad, cubiertos de mil una pieles, intentándonos aislar de todo, de la contaminación, de la naturaleza. Incluso en lo que consideramos nuestros refugios, vamos protegidos con mil una armaduras. Al dejar de caminar descalzos en todo momento, dejamos de vivir «conectados» con la tierra, de absorber su energía y nos ponemos más costras, más fronteras, hacia la madre naturaleza, de donde venimos, y lo que somos.

En las ciudades, dejamos de ver los animales, las flores, los insectos, olvidándonos que pertenecemos con los mismos derechos, y mismas obligaciones, a un todo. Nos sentimos artificialmente superiores, y por ejemplo, sólo tenemos plantas, para el adorno y matamos lo que consideramos una amenaza.

Al final, no tenemos tiempo para nada, todo son prisas, en el cada día, y en la vida. Prisas para llegar a su hora, y que nos de tiempo de estar listos. Prisas para hablar, prisas para hacer unos estudios y conseguir un puesto de trabajo. Prisas que no nos permiten profundizar en las personas, en las letras, en la música, mirándolo todo, como si de «comida rápida» se tratase. Escuchamos la canción, y al poco tiempo, le dejamos para el olvido, remplazándola por otra. Sólo nos dejamos llevar por la apariencia primera, entre tanta competencia, tanta velocidad, no nos da tiempo de nada. Enjuiciamos a las personas al momento, y pasamos a otra cosa. Es el ritmo de la sociedad, y de su baluarte, su símbolo, las ciudades. No nos da tiempo de mirar o escuchar, y apenas vemos y oímos. Nos quedan sólo sus prisas, son sonidos estridentes, su aire contaminado, sus suelos sucios, y sus eternos desconocidos.

Sin embargo, yo amo a la ciudad. Me impresiona ver hasta donde ha llegado el desarrollo del hombre, y demuestra hasta donde podemos llegar. Es una posibilidad viva de conocer a las personas, de tener a tu alcance cultura, gentes, vida, libertad. Amo la ciudad, pero me duele que algunos, las transformen en otra cosa. Me duele, que a veces, olvidemos lo que somos, y nos convertimos en autómatas, renegando de nuestra descendencia, de nuestro origen. Intento vivir en ciudad, sin convertirme en ella, sin transformarme en cemento o metal, sin dar oportunidad, que esta me trague en cualquier esquina obscura, y convertirme de esa forma, en un ser de ciudad.
Mientras tanto, seguiré luchando mirando al cielo, tocando los árboles, mirando las hormigas, caminando descalzo, sintiendo el aire en mi piel, oliendo las flores, mirando pasmosamente, con asombro, a cada lado, sin llegar a acostumbrarme a nada, aprendiendo como si fuera mi primera vez para todo, hablándote, escribiéndote y escuchándote.

viernes, 3 de junio de 2005

Ayer, por ejemplo

Esperando

miércoles, 1 de junio de 2005

Incomunicado

Estar aquí, es como estar aislado del mundo. Apenas veo los titulares del periódico, y cuando puedo ver la tele, no ponen noticias. Se que en el exterior estarán pasando mil cosas, pero en fondo, más allá de un sentimiento de frustración por no estar al día, no me importa mucho. Seguro que pase lo que pase, podrá esperar unos meses, hasta que pueda ponerme a ello.

También ha sido interesante el hecho de volver a estar rodeado de gente después de tanto tiempo. Es algo así como una nueva oportunidad para reconciliarte con la humanidad, empezando desde cero, intentando mostrar lo mejor de ti. ¿Resultado del experimento? En líneas generales, supongo que fracaso. No he llegado a intimar con nadie, y de lo buenazos y educado que creo ser, soy el primo del lugar, como dice alguien a quién admiro en profundidad, Dios dijo que éramos hermanos, pero no primos Y eso es lo que ha pasado. Pretendiendo ser todo lo profesional que puedo, preocupándome por el bien común, e intentando hacer las cosas de la mejor forma que se, me he ganado el apodo (cariñoso dicen ellos) de Flipping de flipado. Por lo visto, hasta hacer eso, es malo.

Creo que en algunos sentidos, todo esto, me esta «neutralizando» de alguna forma. Que he dejado de ser un poco el yo que era hace unos días al iniciar esta nueva etapa, para volverme un poco más... como todos. No lo se, supongo que es lo normal, al intentar ser como ellos, uno más, pero supongo también, que será algo temporal, y que dentro de unos meses, ya en mi sitio final, podrá nivelarse todo, y poner cada cosa en su justo sitio.

Aunque también me preocupa la idea, ahora lo pienso, de no llegar a conectar nunca en el tablero de la vida, a no encajar. No lo se, pero ahora no es el mejor momento para pensar en ello. Donde estoy ahora, las circunstancias son duras, y debo de concentrarme en terminar este periodo de formación, con todas las fuerzas posibles. Ya la vida se encargará de poner el camino a recorrer.

Perdóname una vez más, si no te escribo ya tanto, pero estos días, estoy físicamente agotadísimo, y con tanta neutralidad, apenas se que contarte.

Sabes que te quiero.