miércoles, 9 de febrero de 2005

Eternos objetos vivos

Soy, ya ves, de esos que a lo largo de su vida recopilan mil y un objetos, sin sentido, que ante los ojos de cualquier «no iniciado» no son más que porquerías, vacías, inertes, sin ningún valor, y que sin mala intención si dependiesen de ellos, lo tirarían directamente a la basura.
Objetos vivos
En cambio para mí, están completamente vivos, son reflejos de hechos de mi vida, cada uno, guarda un secreto, que sólo conocemos él y yo. Y que cada vez que nos vemos, me dicen al oído su historia, y a veces, recordamos juntos a personas, lugares, y situaciones.

Algunas de esas cosas, son por ejemplo:

* Un paquete de pañuelos sin abrir que una chica me regalo cuando estaba yo resfriado
* Un bombín, que fue mi última compra cuando vivía lejos.
* La toalla que uso, deshilada ya, que mi madre se obstina en tirar, y yo me niego.
* Mi maleta negra, con la cremallera rota. He vivido tanto con ella, que no puedo tirarla ni remplazarla. No la uso, pero algún día la arreglaré, y seguiremos recorriendo lugares.
* Una botella con arena, de cuando me atreví a ir a la playa nudista.
* Los papeles de la función en las que participe de pequeño.
* Unas tres botellas de agua vacías, que recuerdan cada momento con Cn.
* Un trozo del mosaico de la pared de mi primer trabajo.
* Un recuerdo de un pueblo, que me regalaron.
* Un osito rosa.
* Una vela que encendí en el cumple de Rn, ella no se esperaba nada de eso.
* Una caja de cartón vacía.
* Una escopeta de plástico.
* Un tenedor.
* Varios posavasos de cartón.
* Un ticket de metro.
* Un juguete para hacer pompas


Y docenas de objetos más, que están al mi alrededor, en aparente caos, pero que son mi contacto, mi único contacto con el mundo exterior. Quizás por eso, son tan importantes para mí, porque poco a poco, van siendo mi única compañía, pues en ellos, están vivos muchas cosas. Y no puedo tirarlos, porque sería la peor de las traiciones.

También hay otros objetos, que no los puedo mirar a los ojos, escondidos, encerrados, que no les dejo salir. No puedo hablar con ellos, me destrozaría a mi mismo si lo hiciese. Se que están ahí, sin ver la luz, y de cuando en cuando, casi sin querer, por azar, asoman la cabeza, y yo rápidamente, por protección, cierro los ojos durante unos instantes, giro la cabeza y los vuelvo abrir. Ellos también forman parte de mí. Y los necesito. Ambos sabemos de la existencia del otro, nos necesitamos para vivir; el día que alguno de los dos falle, dejará mutilado, sino muerto al otro.

Mil y un objetos, que sólo, cuando estamos ellos y yo, en la penumbra, nos ponemos hablar, y a darnos vida, y sentido, los unos a los otros.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pienso que hay cosas típicas que uno es incapaz de tirar, como una entrada de cine, de un concierto, un peluche... ¡Pero ciertamente hay cosas que no sé cómo guardas! ¿Una caja de cartón? ¿Un tenerdor? ¡Madre mía! Tendrán su significado, pero cualquiera que lo viese, tendría ganas de hacer limpieza, la verdad. Hay otras cosas que me parecen más normales que guardes por lo que significan, pero pienso que quizás te pasas un poco...

Anónimo dijo...

Cada cosa hace a una persona