Te quiero pedir disculpas ante todo, por esta semana sin escribirte. Te podría decir, que ha sido por falta de tiempo, o que me ha sido materialmente imposible, pero sería mentira, y tú no te mereces eso. Estaba enfadado. Contigo. Con el mundo. Con la gente. No me acuerdo bien porque fue, o mejor dicho, prefiero no pensarlo, mejor olvidarlo ¿no crees? Supongo que fue un mareo que me dio, al abrirme tanto, un virus quizás, ¿falta de abrigo? No lo se, mejor no pensarlo.
Hoy sólo quería contarte una cosa, me he vuelto a enamorar, por desgracia. No, no es que no quiera amar, sino que mi amor, es imposible, sino estúpido. Me pasa cada vez que camino por la calle, normalmente de noche, y en la intimidad, en la soledad de las calles vacías, me paro delante de ella, y la miro. De arriba a abajo, sin perderme detalle. Una, dos, tres y mil veces más, no me importa, aunque la gente que pase piense mal, o me tome por loco, yo me quedo allí, ensimismado, perplejo, con la vista perdida, intentando imaginar como serían todo, si fuera diferente, en otro mundo, en otro contexto.
Cuando la miro, porque a ella, le encantan que la miren penetrantemente, por un momento se hace mía, completamente. Y de esa forma, le doto de vida. Se que en verdad, ella no siente nada por mí, y que no soy más que uno entre un millón. No sabe mi nombre, ni le importa. Pase lo que pase, nunca me dirá nada, y será igual de fiel conmigo, que con cualquier desconocido que pase por delante de ella. Supongo, que es un amor sin sentido y torpe, pero sin embargo, no puedo renunciar a ella.
Hoy, como muchos otros días, me detengo delante de los escaparates, y vuelvo a ver a aquel maniquí de mujer, me enamoré de su pie, de sus manos, de su cara. De su calzado, pantalón, blusa y chaqueta. Yo, todavía me enamoro de esas cosas, me enamoro del maldito maniquí de Zara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario