domingo, 16 de enero de 2005

Días ausentes

Cuantas ganas tenía de escribirte. Disculpa sino no he podido hacer antes, pero estos últimos días algunas cosas se han precipitado. Tengo que confesarte que el principio de año no entro con muy buen pie, y la desgana me invadió, junto con las pesadillas oscuras. El día 5 por la noche, como te dije, me fui a Fuerteventura, y allí, no solo volví a ver a mi sobrinita, sino que además le eche una mano a mi hermano con su casa, convirtiendo una puerta de garaje en una pared con un ventanal de ladrillos de vidrio. Ese era el motivo principal del viaje, ayudarle.

De obra



Permíteme sino te hablo mucho de ello, para ir directamente a lo ocurrido con el regreso. El «viaje» duro unos cinco días. Al volver, las cosas habían dado un vuelco inesperado. Mi abuela, que desde siempre ha vivido con nosotros, y a sido las que nos a cuidado a mis seis hermanos y a la casa, ya que mis padres, ambos, han trabajado desde casi toda la vida, cayo gravemente enferma. Después de unos días, en los que veía visiones, con bichos que llenaban su cama, fuego en la casa, agua cayendo del techo, familiares muertos desde hace mucho, visitas y voces que nadie sentía, después de días sin dormir, y sin saber como cuidarla, y amaneciendo casi cataléptica, la llevamos a urgencias, y después de algunas circunstancias lamentables que con las que no vale la pena ahora ensuciar esta carta, sigue hospitalizada.

Los médicos dicen, que vayamos haciendo los trámites para una residencia de enfermos crónicos, que la lista de espera, es de casi un año, mientras a mi abuela hoy le han tenido que darle de comer por medio de un tubo por la nariz. También dicen, que es posible que mejore mínimamente.

La vida, dices, así es la vida. No estoy de acuerdo con ello. Nunca he sido de los que me he puesto de acuerdo con la mayoría. Ahora cabe preguntarse de que forma devolver todo lo dado a mi abuela. Por la noche imagino lo que puede estar pasando ella, ahora y en las diferentes etapas de la enfermedad. Los temblores, el andar cabizbaja, no escuchar bien, el mundo incomprendido alrededor, la lentitud de mis movimientos, lo deprisa que rueda las varillas del reloj, el no poder llevar en mis manos un sencillo plato...

Hoy no se si me dejarán entrar en urgencias, para con los ojos, agradecerle, reconocerle todo ello. Pero temo, que si la veo, allí, en la cama, de esa forma, lo único que pueda hacer, es apartar la mirada.

No soy fuerte, lo siento, no para esto, no para nada.

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