Aquí, en lo más parecido, a mi nuevo hogar, me he hecho una proposición a mi mismo algo vana y no muy intensa. La de visitar casi todas las semanas, algún museo o acto cultural.
Por ahora, he ido cumpliendo en la mayoría de las veces. Me preocupa dejarme llevar, y convertirme en tantos, que aún teniendo la oportunidad, la desaprovechan, y terminan sin ir ninguna vez.
En el primero en el que he ido, siéndote sincero, me he sentido defraudado. Era un domingo, entrada gratuita, y el museo se encontraba lleno. De turistas, de gente local, de gente de aquí y de allí, demasiados, que no nos permitíamos a nosotros mismos ni quedarnos quietos para contemplar nada. Aunque fui con la intención de ver mirar todo el museo, ya en la primera sala me sentí cansado e invadido. Miraba más a la gente, intentando escudriñar algo de sus vidas, ver de donde venían, lo que decían, lo que sentían al mirar una obra. Su forma de vestir, mirar a donde ellos miraban, ver color de sus ojos, ver como vestían, como hablaban, como respiraban.
En una película, el protagonista le echaba en cara a su padre, que mostrara más interés por gente muerta hacía miles de años, que por el cada día. Algo muy parecido me pasa a mi. Me encanta la gente. Creo que es lo más perfecto que existe, lo más bello que dios a creado. Pero no lo digo con palabras vacías, sino con sinceridad. Me gustaría que todo el mundo fuera el mejor amigo de todo el mundo. Me gustaría unirme totalmente con cualquier desconocido, sin importar nada el contexto. Me gusta la fotografía, porque me permite mirar cosas que de otra forma, pasarían desapercibidos, o tendría prohibido. En cualquier foto, escudriño buscando que los rostros, las gentes, me cuenten cosas. Entenderlos, amarlos.
Pero desgraciadamente, existe una gran distancia entre ellos y yo. Es como si viviera en una burbuja. No tengo ninguna relación con nadie, y soy muy malo para ello. Aunque no dejo de buscar rostros, siempre estoy muy sólo. Aunque no dejo de leer libros y analizar todo, termino sin ser comprendido, y muchas veces mal interpretado.
No se, me niego a pensar que es un precio a pagar, suena a excusa muy mala. Supongo que es problema mío, que algo debo de cambiar, aunque también supongo, que ese algo, es incambiable. Aún así no pasa el día, en que bajo, y sigo contemplando esas esculturas griegas andantes, esas historias de cada uno, esos detalles que les individualizan y les hacen aún más especial. Quizás algún día, alguien se detendrá, coincidirá su mirada con la mía, y con ello bastará.
Mientras tanto, seguiré hiendo allá en donde haya personas, y seguiré intentando conocerles y amarles, aunque nunca termine por comprenderlos y siga el camino sólo e incomprendido.
Ahora, viendo la foto de la chica del pelo rojo, me pregunto que será de ella. Si quisiera, podría saberlo todo sobre la estatua y el lugar, pero ya nada sobre la chica y su pelo.
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